May 13, 2008

Me voy a casa

Posted in Circo del terror, Curro a 5:59 pm por La Petite en Belgique

Este será el último post desde Argelia. Es posible que esta noche escriba algo, pero hasta que llegue a Bélgica no podré publicarlo.

Finalmente cojo el avion a París mañana a las 7 de la mañana. Desde allí el TGV me llevará a Bruselas, donde alguien de la empresa me estará esperando.

La Cruzada para mí se acaba. Aún me queda algo de trabajo hoy y alguna reunión para hablar del trabajo que me espera en Bélgica, pero lo más duro ya ha pasado.

Gracias a todos por estar ahí. Hoy el sol brilla y acaricia con sus rayos.

Sueños extraños, desesperación y algo de luz

Posted in Curro, el Ken, Lonely moments, Reflexiones a 9:19 am por La Petite en Belgique

Otra noche más desde mi habitación en Argel la blanca. Y con éste ya van 8 posts seguidos en diferido. El hecho de sólo tener internet durante las horas de trabajo (y además intenso) me hace muy difícil postear con más variedad, contestar a vuestros comentarios o comentaros en vuestros blogs. Para el bien de todos (y de mi salud mental, eso siempre primero) esta situación acabará pronto, pero no tanto como me hubiera gustado.

Esta mañana me levanté con la extraña sensación de haber tenido sueños raros o uno solo con muchas cosas diferentes combinadas. Primero voy a caballo por un bosque de noche. A galope tendido salvando obstáculos y buscando o evadiendo algo (el qué, no lo sé). Luego mi padre andando solo y con una maleta de noche por las calles de un Leuven extraño y con una niebla que se puede cortar con cuchillo (el famoso puré de guisantes de Londres). Se va a coger el avión. Tiene unos calcetines que no le caben en la maleta y me los da. A mí tampoco me caben en el bolso. Está triste, depcionado, cansado. Se va. Yo voy camino de un bar (que no he visto más que en mi sueño) con decoración medieval, donde me esperan mis amigos. Al parecer estoy recién llegada de esta maldita misión. Allí está todo el grupo con el que paso buenos y malos momentos en mi Lovaina querida. La novia del Chico de las Manos Torpes (compañero de laboratorio del Ken y del Ñatito) me saluda con un abrazo y un sonoro beso. El sitio es oscuro y hay mucho humo. De repente unos abrazos me rodean por la espalda. Son unos brazos grandes, largos y potentes. De piel muy clara y con el vello rubio. Como estoy de espaldas los brazos son lo único que veo, pero sé sin duda quién es.

Suena la alarma del móvil que me indica que ya es hora de dejar de soñar y pasar a la cruda realidad. Me ducho a toda velocidad, me visto y voy a la habitación del Ultracatólico a desayunar. El café es menos malo que otros días, pero sospecho que el agua es igual. No hablamos mucho.

La mañana transcurrió sin demasiados sobresaltos. Las cosas empiezan a marchar bien. Hicimos tests desde tres sitios diferentes (Hassan, el Ultracatólico y yo) y no hubo sorpresas desagradables. Bien. No sé si es que ya me he habituado al ritmo este frenético de trabajo (llevo siete días seguidos si no cuento la venida) o si el saber que muy pronto voy a poder volver me llena de energía que me ayuda a seguir adelante, pero hoy me siento mucho mejor.

Comemos la mierda-bocatas de siempre, pero hoy con pan de barra normal (el pan de casa lo harán con mucho cariño y esmero pero no me molan los regalos que trae incluídos).

Después de comer llamo a mi madre y al Pequeño. India (la perra que le regalamos a mi madre cuando se separó) tiene otra vez un embarazo psicológico 😦 Tiene leche en las mamas y no hace más que pasearse por la casa con un muñeco al que cuida y lame a todas horas. Pobre. El Pequeño me cuenta que por fin le han dado la bici de carreras que se compró la semana pasada y que está reventado porque ya ha salido con ella. Se iba a comprar hoy la ropa de ciclista pero desafortunadamente esta mañana perdió la tarjeta del banco y sólo tiene 30 euros encima. Bueno, un rollo, pero nada que no tenga remedio. Mañana al banco, a pedir una nueva.

Mi billete de avion de vuelta tiene fecha del lunes que viene, pero con posibilidad de cambio. Le pregunto al Ultracatólico cómo va eso del cambio, y si hay que hacerlo con mucha antelación.

– No, en el mismo momento, se va al aeropuerto, te cambian la fecha y coges el avion.
– Ah, eso significa que si el vuelo está lleno me quedo en tierra.
– Mmmh… sí. Pero casi siempre hay plazas.
– Mierda. Sabes que si pasa eso me voy a cabrear. Y mucho.
– Si.
– Aunque sea sólo por eso, creo que deberían pagarnos más cuando tenemos que trabajar en el extranjero.
– Voy a ver si lo hablo con el jefe.

Un par de horas el Ultracatólico llegó a la conclusión de que este proyecto llega a Argelia con 10 años de adelanto. La red no va ni p´atrás. Las videoconferencias a veces no funcionan porque la red se cae, no hay suficiente ancho de banda y a veces hay cortes de corriente. He hecho unas cuantas fotos, pero no puedo postearlas. Muchas veces estoy bastante rato para poder cargar la página de wordpress, y otras tantas no me carga y tengo que esperar otro momento.

Por la tarde las cosas fueron aún mejor, y yo ante la partida inminente, hasta estaba contenta. A eso de las 19:45, cuando estábamos a punto de irnos (y después de casi 11 horas no está mal) el Ultracatólico me propone una modificación en la programación. No una simple modificacioncilla, sino algo que (la experiencia me lo dice) si se retuerce me puede hacer perder día y medio. Como soy una persona tranquila, y aunque mi mirada lo dijo todo, me callé, pero en ese momento hubiera deseado tirarle el portátil a la cabeza y salir corriendo. Al cabo de un rato empezamos a recoger. Mi ánimo, que había estado tan alto durante la tarde, se vino al suelo por completo. Tenía ganas de llorar de rabia y desaparecer. Recogí mis cosas en silencio y salí.

El ultracatólico tiene un manos libres con cable, de esos que son los como auriculares de un reproductor de mp3; y hace dos días nos enteramos de que están prohibidos aquí. Así que cuando llegamos al coche me pidió si podía conducir porque tenía que llamar al jefe para «darle el parte». Sin abrir la boca acepté la llave y me senté al volante. Giro la llave y nada. Lo intento otra vez y nada. El coche está como muerto. «Eh, esto, creo que nos hemos quedado sin batería». Miro la palanca de las luces y veo que el Ultracatólico se las ha dejado puestas. Es el día que hemos acabado más tarde y el coche se ha quedado sin batería. Ya no me quedan ni fuerzas para decir nada.

Me quedo allí clavada como un muñeco sin vida mientras el Ultracatólico va a preguntar a los responsables de seguridad del Cerist si alguien tiene unas pinzas. Intentan primero empujar el coche para arrancarlo pero nada. El Ultracatólico saca de polímetro y mide los bornes: menos de 4 voltios. Jope! Mientras esperamos que llegue el amigo de no se quién, que vive a 200 metros, yo llamo al Pequeño. Me siento tan mal, tan derrotada, que necesito hablar con alguien. Una de las cosas que más me joden es mejorar el programa mientras el Ultracatólico se rasca la barriga y luego intenta ponerlo a prueba. Que yo sepa el lleva bastante más tiempo que yo trabajando en esto y yo ni siquiera he recibido un curso del lenguaje que las centrales AMX usan. Pero aquí estoy yo, con mi vuelta postpuesta por dos mierdas que una sola persona podría reprogramar. Sigo sin entender nada.

Llamo al Pequeño y le digo que el martes (o sea, mañana) aún no vuelvo. Desilusión. Me dice que no pasa nada, que está contento porque ya queda poco para que vuelva, y que cuando lo haga él estará ahí para ayudarme a que me relaje. Que va a hacer la compra y que no me voy a tener que mover de la cama. Que me quiere y que no pasa nada. Escuchar su voz me sube algo la moral, pero cuando cuelgo me siento igual de derrotada y sólo quiero llorar de la rabia que siento. Entretanto los chavalotes han enganchado las pinzas al coche y lo han hecho arrancar.

Monto en el coche. Tengo los pies mojados de empujar el coche por los charcos, pero me da igual. Llegamos al hotel y el Ultracatólico me dice que él va a dar unas vueltas con el coche por la autopista para recargar la batería. Por mí como si le parte un rayo. Bajo del coche, cojo mis cosas y me voy a la habitación. Me doy un baño mientras escucho música. Hoy ha tocado Amaral.

A la media hora vamos a cenar al restaurante del hotel. Es tarde para salir a cenar fuera. Una cena taciturna de chorba no demasiado buena y spaghetti a la boloñesa peores de lo habitual. No sé si es por mi ánimo pero incluso el vino parece peor que otras veces. El Ultracatólico me pregunta si me será posible terminar para el miércoles. Le respondo que sólo quedan un par de detalles puntuales, pero que para mí, la programación está acabada. El puntualiza «casi acabada». Le digo al Ultracatólico lo que pienso, que con una persona es suficiente para lo que queda y que me jodería quedarme tres días más (por decir un número) por dos cosas puntuales. Se queda sin saber qué decirme y mumura algo de hacer más tests.

Acabamos de cenar y nos levantamos de la mesa sin decir nada. Demasiadas horas juntos, a veces no hace falta ni hablar para entendernos. Necesito aire fresco.

El miércoles hay dos aviones a París, pero ninguno a Bruselas (a Bruselas sólo hay vuelos lunes y viernes). El primero a las 12:30 y el segundo a las 18:30. Si vuelo en el primero, luego tengo que coger un metro en París, el Thalis (TGV) que me deje en Bruselas, un tren que me lleve a Lovaina y finalmente un taxi que me deje en mi casa (con todo el equipaje no hay otra solución). Si vuelo en el de las 18:30 llego demasiado tarde a París para coger el TGV, con lo que alguien de la compañía tiene que ir a buscarme en coche. Ambas opciones suponen unas 7 horas, más o menos, así que cuando llegue a mi casa, voy a parecer una piltrafa, pero al menos estaré en casa, y entre los brazos de mi rubio preferido 🙂