abril 4, 2008

Golfa

Posted in el Ken, Family Tales a 3:12 pm por La Petite en Belgique

Es que soy una golfa 😉

Ayer llegué a casa del curro y fui a la lavandería a buscar a mi madre y mi hermana, que aún estaban allí. Nos dimos un paseo por mi zona (que mi hermana aprovechó para meterse en un solarium-autoservicio y darse un bronceado de tres minutos y medio) y por el centro.

Me contaron que por la mañana, al salir de casa, se olvidaron la llave del portal arriba y tras aporrear varios timbres al final apareció por la puerta Boliche, un vecino del primero que trabaja en el restaurante de al lado de casa. Yo a principio no sabía que era mi vecino ni que trabajaba en el restaurante de al lado de casa (soy demasiado despistada). Las primeras veces que lo vi estaba en ciber de al lado de casa (tengo de todo en mi zona) y cada vez que yo pasaba me seguía con la mirada sin pestañear. Ahora ya me saluda desde el restaurante super efusivamente y no sé realmente porqué, ya que sólo me lo he cruzado dos veces en las que hemos inercambiado un simple bonjur. E interesado en mí no creo que esté, porque la verdad es que me ha visto con dos tios diferentes en mes y medio.

En la tarea de aporrear timbres estaban las dos mujeres en apuros cuando el individuo anteriormente citado hizo acto de presencia y mi hermana le exclama en la cara: «Boliche!». Aún no he explicado que «Boliche» es un mote que le puso mi hermana la útima vez que estuvo aquí y que él no tiene ni idea, pero que seguramente ayer habrá oído y quizá se haya quedado pensando: «cómo ha llamado? Significará guapo?». Tras unos duros minutos en que mi hermana trató de desempolvar su inglés, él le dice que sólo habla francés. Bien, diálogo para besugos del que mi hermana sale airosa gracias al lenguaje universal de hacer gestos.

Luego nos fuimos de cenita a un italiano, donde comimos pizza, regada con vino mi madre y yo, y con cerveza mi hermana. Ibamos un pelín contentillas cuando, camino a casa, a mi madre se le antojó una caipirinha. Yo, como siempre me apunto a un bombardeo, secundé la opinión. Pero mi hermana estaba cansada y quería irse a casa, así que decidimos dejar los cócteles para el día (o mejor dicho, noche) siguiente.

Las dos mujeres en apuros se meten en cama y yo me siento en el ordenata a leer la nueva entrada de Liey, cuando a eso de las 11:10 llama el Ñatito: «Hola Chica, mira, estamos en el Villa Ernesto, estamos TODOS. No digo nada más. Que estamos TODOS!». Ese TODOS sé que significa que también está el Ken, que quiere verme pero que no se atreve a llamar (gracias, Señor, por darme amigos con la cara que yo no tengo).

Dejo a las dos mujeres en apuros en cama (habiéndoles dicho primero que si se venían) y salgo pitando con la bici.

Llego a Villa Ernesto y me recibe un Ken cariñoso y guapo guapo guapo. El pub está a tope y veo que están casi todos. Lo paso bomba bailando con el Ken y bebo mojito.

La gente se va yendo y a eso de la 1 la lagarta francesa, jefa del Ken, dice que si queremos ir con ella a otro pub. Yo le digo al Ken que me voy a casa, que es super tarde y al día siguiente tengo que currar; pero que si él quiere ir que por mí no hay problema, que no tiene que pedirme permiso. Dice que se viene conmigo. Adónde, me pregunto yo, su lado de la cama estña ocupado por mi madre. Ahora viene momento Ken-hermético-como-tarro-de-mermelada. Se para delante de su bici, se queda callado, me abraza, se me queda mirando, me besa, se queda callado. Decido ir hacia mi bici para salir de este bucle infinito.

Emprendemos el camino juntos y cuando llegamos al punto de bifurcación vuelve a repetir la escena de antes, esta vez montados en las bicis. Al cabo de un buen rato me dice, como quien no quiere la cosa:»bueno, te iba a decir si te venias a dormir a mi casa, pero no vas a querer, porque están tu madre y tu hermana en la tuya…». Claro que quiero, no me están esperando.

Así que he descubierto que caemos en una cama de 90 y hasta podemos dormir! Qué tierno es mi bollicao…